Claudia Gpe. Pérez
No fueron unas cuantas. Fueron cientos, miles, las voces que inundaron la ruta de la Marcha 8M en Cajeme, todas coincidentes en una sola exigencia: vivir libres de violencia.
Colectivos, feministas, madres, hijas y en especial muchas jóvenes desde temprano comenzaron a llegar al punto de encuentro: el Cajellón de la Mujer.
Con sus carteles de denuncia, sus pañuelos verdes o morados o con los rostros cubiertos, con sus mascotas, como quisieron, como pudieron, ellas se sumaron como nunca al Día Internacional de la Mujer en Lucha.
En la calle Zaragoza la Policía Municipal, el Ejército, la Guardia Nacional rondaban, así como decenas de personas que solo observaban a las mujeres organizarse.
Pasadas las 4 de la tarde, inició la marcha. La representación del Viacrucis de la mujer encabezó los contingentes y las consignas comenzaron a escucharse: “La Policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, “Vivas se las llevaron, vivas las queremos”, “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”.
Durante el recorrido, que este año se amplió hasta la avenida Miguel Alemán, las participantes portaron sus carteles, cartulinas y mantas.
En ellas se podía leer: “Querida amiga, te deseo viva”, “Si en tu útero manda Dios, en el mío mando yo”, “La Policía no me cuida”, “Soy la tía de las niñas que no vas a tocar”, “Estar de suerte, es estar viva”, “Durazo no apoya a madres rastreadoras”, “Si mañana no estoy, cuida a mis alumnas”, entre otras de cientos de frases salidas del alma rota a causa de una desaparecida o una asesinada.
El contingente de madres con infancias sobresalió por su histórica nutrida participación: menores que marcharon en carreolas, en brazos de sus madres o por su propio pie, estuvieron presentes.
Las jóvenes se apoderaron de la marcha: denunciaron las violencias que viven, exigieron justicia, se expresaron.
Una vez más sumaron al general Álvaro Obregón a la lucha feminista: la base de su monumento sirvió de lienzo para plasmar denuncias mientras su imagen portó las banderas del movimiento
La sociedad cajemese, preocupada por los destrozos de la marcha del año anterior, pudo conciliar el sueño, dormir tranquila, pues los vidrios de Palacio Municipal salieron ilesos, no se registraron ventanas heridas ni violentadas, solo algunos raspones en paredes provocados por el grafiti de la denuncia.
Las ventanas estuvieron en todo momento a salvo, no las violaron, no las tocaron, ni siquiera le aventaron un piropo. Menos una piedra.
La marcha culminó pero no las acciones: decenas de mujeres tomaron la tribuna para denunciar sus casos de violencia y otras abrieron espacios para quemar de manera simbólica a sus agresores.
La tarde cayó. Un viento frío se apoderó del ambiente pero no de las asistentes, que siguieron compartiendo sus historias de ayer y hoy para evitar que mañana se repitan.
Así se vivió el 8M en Cajeme.
*Fotografias: Claudia Gpe. Pérez